No sé por qué
te escribo, después de todo te siento muy cerca, soy sólo yo que aún no me
acostumbro a tu ausencia.
Por momentos
te siento cercana, tanto que casi podría tocarte, pero siempre es así en mis
sueños, donde no hay distancias, fronteras, un pasado, o una línea de tiempo
que separe límite nuestras vidas… El dolor es cuando despierto y comprendo cuán
lejos estás de mi realidad.
Después de
haber estado viéndote en todo aquello que me rodeaba, hoy miro a través de mi
ventana y sólo veo el reflejo de mi propio rostro pegado al otro lado del
cristal.
Demasiadas
horas sin dormir, demasiado tiempo ausente, lejos de mi propio cuerpo donde
eres todo lo que necesito y quiero, donde podemos correr el uno tras del otro,
sin nada que temer…
Pero cada
amanecer es lo mismo,
te grito con
todas mis fuerzas:
“¡No te
separes de mí,
quédate y
prometo hacerte feliz
como nadie
más lo hará!”